domingo, 14 de diciembre de 2008

"... algún día volveré a conversar con Alan García"

PERUANIZAR EL PERU

Sí, yo sé que es difícil, pero no imposible. La frase ha sido adjudicada a muchos personajes (inclusive a un abuelo mío –José de Lama- que fue parlamentario en épocas de Pardo y nunca cobró un centavo por sus emolumentos) pero donde yo la pesqué fue en Caracas, Venezuela, cuando se descubrió una cantidad de documentos y se comprobó que le dijo Simón Bolívar a San Martín, en la Conferencia de Guayaquil, cuando el tío Pepe comprendió que lo más prudente era picárselas a Francia (Bologne Sur Mer), junto con su amante de trece años, porque el hombre le gustaban las maltoncitas, a diferencia de don Simón, que vivió toda una epopeya con doña Manuelita Sáenz (ecuatoriana) que murió en Paita, a tres cuadras de nuestra casa solariega, frente a la playa, donde nacimos cinco generaciones de mi familia, el suscrito incluido. Porque la Historia es redonda, yo sé que algún día volveré a conversar con Alan García (abajo) sobre el misterio de sus restos, tras la epidemia de la fiebre amarilla. Algunos dicen que la cremaron pero nosotros (mi tatarabuela fue su amiga) decimos que la enterraron y que hasta ahora sigue donde siempre estuvo. Alan sabe que yo sé, pero Alan también sabe que yo no lo diré.
Bueno, la frase de Bolívar, al respecto, fue algo así como “es indispensable peruanizar al Perú, porque, algún día, España querrá recuperar lo que fue su colonia....” Parece que, de algún modo, San Martín quería vincular muy estrechamente al Perú con la República Argentina, donde él había nacido. Esto, definitivamente, no fue aceptado por Bolívar, cuyo proyecto de la Gran Colombia incluía a Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia. Definitivamente, Simón Bolívar manejó su política en el sentido de que el Perú independiente resurgiera con una personalidad clara, firme y propia. Esto es, que el Perú se peruanizara. Cosa que ahora no se ha podido hacer, modestamente.Mal podemos hablar de un Perú peruanizado si hemos permitido que el Canadá copiara, exactamente, la bandera peruana para cambiar la suya. Nadie protestó, nadie suspendió la relaciones diplomáticas con Canadá, nadie presentó una queja en las Naciones Unidas y hasta hoy la bandera del Canadá es una copia exacta de la nuestra. ¿Ustedes creen que al Brasil, por ejemplo, les habrían hecho semejante cosa? ¿O a México y, para ir a lo más chico, a Panamá, que es de este tamañito?. Solamente lo anterior bastaría para demostrar que, como lo dijera don Simón Bolívar, no se ha peruanizado ni medio, sin referirnos para nada al kilómetro cuadrado de territorio que le regalamos al Ecuador y sobre cuyo caso no se ha enjuiciado todavía a ningún régimen. Pero, pasando a la vida cotidiana actual, algo nos ocurrió durante el siglo 19 (que aquí terminó recién hace cuatro años) el Perú estaba totalmente extranjerizado por donde se le mirase: Los casimires eran ingleses, el té era inglés, el budín inglés, la hora (¡Que ya es el colmo!) era inglesa, la flema era inglesa y, por su lado, también casi todo era francés. Yo he nacido en un medio totalmente francés e inglés y sólo por circunstancias de la vida, el suscrito y algunos centenares de personas lucharon por peruanizarse de la dominación extranjera en los ámbitos cultural, formal y estructural. En la actualidad somos casi norteamericanos, pero eso corresponde a otro fenómeno histórico, si consideramos que el mundo, todo el mundo, pertenece a nuestros vecinos del norte y al que levante el dedo para protestar se lo cortan. Claro, el mundo ha cambiado, han cambiado todas las mecánicas universales y todos los países chicos (merefiero a la trascendencia y la significación de los países) a tal extremo que si –por ejemplo, no vayan a seguir mis consejos- le declaramos la guerra a los Estados Unidos, al medio minuto tendríamos que rendirnos incondicionalmente y buscar alguna manera más o menos digna de pedir perdón.
Pero, veamos, nuestra idea no es la de invadir los Estados Unidos ni cosa por el estilo sino (dentro de nuestras pequeñas posibilidades) nacionalizar, sencillamente, al Perú, dentro de circunstancias que no molesten ni toquen a nadie del extranjero. Hace sesenta años que vinieron al Perú los hot dog (butifarras), las hamburguesas (alemanas, no estadounidenses), la mostaza (en el buen sentido de la palabra), el milchéik y la mar en coche. Todas estas cosas –vamos a decir- se nacionalizaron en cuanto al concepto pero han seguido teniendo su nacionalidad extranjera, mientras al quechua no lo entiende ni macuito. Pero, aclaremos: El mundo está dirigido hacia el idioma inglés. No el de Inglaterra, que solamente lo hablaban mi abuelo y mi abuela, sino –sencillamente- el de los Estados Unidos, porque el comercio universal se habla en ese idioma. Y no sólo el comercio sino el entendimiento humano. Yo estuve en China tres veces y del chino sólo aprendí que China quiere decir “Sinjuá”. En cambio, todos los chinos hablan inglés. Y lo mismo ocurre en todos los rincones del tan desinflado globo terráqueo. Pero lo anterior no significa que debamos desfigurar o borrar nuestras propias esencias. San Martín no hablaba en inglés y Bolívar (abajo) tampoco pero, sin embargo, Bolívar lucho hasta el final por “nacionalizarnos” en el sentido exacto de la palabra. Esto es, educarnos en el orden de mantener nuestras esencias y definirnos ante la humanidad como peruanos. Pero todo esto ya pasó. No estamos, como Bolívar y San Martín, peleando contra el dominio español sino enfrentándonos a nosotros mismos, en tanto y en cuanto constituimos un país (en difíciles condiciones económicas y políticas, pero un país, no una chacra) y ahora sólo necesitamos “peruanizarnos”, con sentido común y criterio, en tanto y en cuanto somos peruanos y no indonesios (que no son de Indonesia sino de Indonesia, para aclarar conceptos y ortografías. Yo creo que si el Señor Toledo, fundara un Instituto de Peruanización Nacional para, por ejemplo, cambiar los diseños de la bandera peruana (lo de la tradición es una necedad si el objeto tradicional no existe) donde hay una cornucopia que sólo usan los maridos con la señora libertina, un arbolito de la quina, que ya no existe en el país, un chorro de monedas de oro que hoy no lo tiene ni el Banco de la Reserva y una vicuña, que están desapareciendo porque las exportan a Bolivia, Chile y Argentina. Ítem más, ¿Quiénes conocen la letra del Himno Nacional y quiénes se ofrecen (Aparte José Santos Chocano) para quemar vivas a esas horrendas estrofas que todo el Perú rechaza?. El “Somos Libres” no nos inspira nada. Porque, ¿De qué somos libres? ¿De las drogas, de los robos, de los asaltos, de la quiebra económica, de la prostitución comercializada, de la pobreza, de los personajes corruptos..? ¿De qué?
El Perú, en sí y por sí, es lo único real que nos queda entre manos. ¿Cómo nacionalizamos lo que es nuestro? Hay que ponerse, históricamente, al día. Somos un pueblo angustiado y depauperado. ¡Hay que cambiar, señores de Gobierno!. Y no cambiar dólares porque muchos ya lo hicieron, sino las estructuras sociales y económicas en que se apoya el Perú. Hace cincuenta años estuve en una gran fiesta en la Quinta Heeren. Ahora se derrumbó...

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